Es más complicado cambiar de asesoría que de matrimonio. A fin de cuentas, una relación de pareja se puede romper por motivos pequeños, pero los papeles tienen que estar siempre arreglados. El motivo de que esto suceda es que son muchas (tal vez demasiadas) las legislaciones que existen en este sector y en las que tenemos que fijarnos para gestionar la burocracia de particulares y empresas, y demasiado poco el tiempo para aprenderlas todas. Por eso, si en algún momento una asesoría te echó un cable en un momento en el que habías visto cara a cara el fin de los tiempos, es normal que le rindas pleitesía incondicional.
¡Ojo! No estamos diciendo que si una relación cliente/proveedor funciona hay que romperla por necesidad, pero conocemos muchos casos de empresas que se niegan de cambiar de asesores pese a que les está yendo mal por el poderoso motivo “más vale malo conocido”. Y esto es así en las materias que nos abruman por sus tecnicismos y porque no llegamos a entenderlas completamente.
No solo sucede con las asesorías: los informáticos y compañías de la luz son otros ejemplos, por no decir que esta es la situación de la que se aprovechan las telefónicas y cuyos incrementos de facturación para clientes viejos son abrumadores, porque esperan a que un buen servicio o una complicación a la hora de dar la baja compense unos precios muy elevados.
Los motivos
En todo caso en lo tocante a las asesorías vamos a enumerar 5 motivos por los que os recomendamos higienizaros de vez en cuando y cambiar de asesoría de vez en cuando, sobre todo cuando la relación no funciona:
- Los costes. Cuando nos vaya mal con el gestor piensa que estás perdiendo dinero, y no es una metáfora. Literalmente te está costando dinero. El pago de tasas duplicadas o sin sentido, los servicios sobredimensionados o las ventajas fiscales (siempre legales, de las otras no te fíes) que un buen asesoramiento puede conseguir, son algunos ejemplos de este agujero en el bolsillo.
- Vicios ocultos. Sí, existen. Tenemos vicios ocultos que a veces los cometemos sin darnos cuenta, sobre todo por parte de algunos proveedores antiguos con los que tenemos una relación próxima o incluso de amistad. Estas asesorías se toman ciertas confianzas con los clientes que en ocasiones superan el límite de la cara de cemento. Si un nuevo profesional nos da una nueva visión de su negocio, tendremos un espectro distinto donde mirar y una buena comparativa.
- El cliente cruzado. Una asesoría no dará datos de otros clientes (si te encuentras con una de estas, corre y no mires atrás pase lo que pase). Sin embargo, piensa que no vas a ser el único cliente, y que cuando piensen en las mejores soluciones para ti van a pensar en buenas prácticas del pasado y en errores con clientes previos que no van a cometer contigo. Planteando una relación desde cero podrás conseguir consejos distintos y muchas veces mejores que si intentas reestructurar la relación con tu proveedor.
- Los múltiples servicios. Las asesorías actuales son más que los oficinistas que registran y te arreglan los papeles. Especialmente para empresas que quieran dar un nuevo rumbo a su negocio, puede ser interesante combinar servicios y ofrecerte paquetes mixtos que te abaraten los costes y hagan un trabajo más enfocado a tu negocio propio. Nosotros, por ejemplo, también damos servicio de marketing y comunicación tradicional y online orientado específicamente a las pequeñas empresas. Es una visión en global que te puede servir de mucho.
- La ilusión de la novedad. Seamos sinceros: a todos nos gustan las novedades. Nos ilusionamos muchísimo con nuevos proyectos que nos puedan ofrecer nuevos horizontes, nuevas maneras de trabajar y empezar cosas nuevas para conseguir resultados nuevos. Cada vez que se coge un cliente recién llegado, es como un folio en blanco con el que cualquier cosa se puede hacer y se presta una atención llevará a mejorar tus condiciones.